En la vida todo cambia: la casa donde vives, el país donde resides, la ropa que usas, los hábitos alimentarios, la música que escuchas, etc. Pero un buen amigo es difícil de cambiar...
Y fue uno de los buenos quien me mostró este coctel del cual he decidido escribir hoy. Una formidable elaboración fruto de su propia inspiración y que por demás lleva el nombre de esta persona a la que yo llamo "amigo".
Desde otro lugar y en la distancia, usualmente suelo recordar el placer de escuchar las historias de la cantina por parte de este gran amigo. Y bueno, en realidad son dos a los que debo referirme, pero prefiero dejar al otro en un segundo artículo porque dos cocteles de dos amigos merecen trato especial. Me sentía muy satisfecho en mi trabajo cuando pasaba estos ratos escuchando, conociendo y disfrutando de los placeres de la cantina. Porque la elaboración de un buen coctel no es simplemente la "burda" mezcla de ingredientes con alguna base alcóhlica que después te tengas que tomar. No, la degustación de un coctel, un buen coctel, comienza desde el instante justo en que el profesional cantinero está conversando con el cliente... al instante este sabrá como lo va a sorprender. Y este amigo mientras preparaba su "creación" te contaba justo el por qué de todos los ingredientes que había utilizado; pero además, en un instante él te da un pasaje por la historia de la cantina cubana y también, por qué no, de las últimas tendencias internacionales y de los métodos más sofisticados, cual enciclopedia digital, de esas de las más avanzadas que disfruto hoy. Pero nada como que me lo contara mi amigo. Así obtuve mis primeros conocimientos acerca de coctelería evolutiva y mixología